Clientes como el de hoy, que llegan a tu mostrador con toda la tranquilidad del mundo y te piden un cable para conectar la pantalla. Bastan cinco segundos para concretar que quiere conectar el ordenador al monitor, pero hace falta mucho más tiempo (y por lo visto mucha más fuerza de voluntad) para asimilar la pregunta:
¿VGA, DVI o HDMI?
Me parece muy bien que no sepan, yo se lo explico todo sin ningún problema, pero no dejo de preguntarme por qué, si saben que esa es su situación (que no saben ná) se queden atónitos y mirándote como si fueses un bicho raro cuando les preguntas. Puedes ver claramente como piensan: ¿De qué va este? que solo le he pedido un cable, ¿qué más quiere?. Mucho ojo que les has insultado.
Llega su contestación, que también tiene tela: "Pues para un ordenador normal"
Si tienes suerte te lo preguntan medio con miedo y atienden a tu explicación y a tu bondadoso gesto de ponerles fotos de los conectores buscadas en Google para que reconozca cual es el suyo. Si en cambio no solo has tenido suerte sino que te ha tocado el gordo, te lo dicen en plan vacilón...
Para acabar de meterme en situación esta mañana, justo después de este individuo (tan habitual en nuestro ecosistema), aparece la clásica mujer que empieza a hablar antes de llegar al mostrador y decirte buenos días: "Oye que no va esto, que me lo cambiéis" mientras levanta su bolsa Fnac (con algo dentro) y se queda mirándote. Antes que saber imprimir una etiqueta, en este trabajo hay que ser vidente.
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