Páginas

jueves, 23 de febrero de 2012

La tercera edad en Fnac: Expect the unexpected

1 comentarios
Este martes por la tarde tuve una de esas experiencias en mi trabajo de las que sale una buena historia. Aún trabajando de cara al público durante cuatro años te pueden sorprender, a veces sacándote una sonrisa, a veces calentándote hasta límites insospechados (si con esto pensáis mal, tampoco os equivocaréis, ¿cómo pensáis que podemos aguantar si no?...). Esa tarde tres ancianos me sacaron una buena sonrisa.

Sin tener nada en contra de ese sector de edad sus clientes no suelen ser los mejor recibidos, pues vendemos informática y a menudo nos ponen las cosas muy difíciles. Voy a relatar la consulta bien escrita, sin tartamudeos y sin cinco intentos por frase para expresarse:

"¿Hay alguna manera de poner esto más fácil? Hay un puzzle que no nos deja pasar y no sabemos de qué otra forma hacerlo."

La palabra "puzzle" me desconcertó un poco. La maquinaria de mi cabeza empieza a funcionar y a rebuscar en viejos archivos, a ver qué podía encontrar a lo que el anciano pudiese llamar "puzzle" en el ámbito de la informática. Desisto a los pocos segundos con la idea de esperar a que termine su tan larga como enigmática explicación para pedirle que pruebe otra vez siendo un poco más claro.

Me ahorran el trabajo:
Me plantan en la mesa una Nintendo DSI XL amarilla tal cual y se me quedan mirando mientras intentan abrirla torpemente con las manos. La bombilla se enciende y empiezo a aguantar la risa como puedo. Me están pidiendo que les ayude a solucionar un puzzle de un juego. ¿Adivináis cual?.

Pues claro que sí, yo también lo pensé.

A menudo cuando hablamos de cosas adorables pensamos en un gato o en un bebé mano babeada en boca. Pues tan adorable como eso me resultaron este anciano y las dos señoras de parecida edad que le acompañaban, los tres inclinados sobre el mostrador discutiendo por donde había que ir para encontrar el puzzle.

- Déjame a mí - Y se quitaban la stylus entre ellos.
- No, es por abajo, donde está la fuente.
- No, eso ya lo hiciste.
- Dejadme, dejadme que ya se donde es.

Una de las señoras ha cogido la stylus y guía al Profesor Layton por varias calle con un inmenso cuidado, despacio, para no equivocarse al tocar la pantalla. Los tres miran la pantalla con atención, totalmente concentrados.

A esto me doy cuenta de que un caballero con abrigo rojo que miraba fundas de móviles a la izquierda del mostrador se pone de puntillas para mirar por encima del monitor y abre los ojos como platos. Mi deshueve interior aumenta cuando le veo hacerse paso tímidamente, dudando si meterse o no hasta que se lanza y nos dice todo emocionado que se ha pasado todos, que seguro que puede ayudar. Ya somos cinco jugando al Profesor Layton y la Caja de Pandora en el mostrador de informática a las siete y media de la tarde (no hay cola, menos mal).

El recién llegado propone entrar en la lista de puzzles, pero los ancianos no recuerdan el nombre, solo saben que tenía que ver con unos ajos. Prueban un par de puzzles de la lista pero no hay suerte, vuelven a deambular por las calles. Unos segundos después mientras entablo conversación con el caballero escuchamos a los tres abuelos emocionarse y señalar la pantalla.

- ¡Ahí!
- ¡Esa es! ¡Dale ahí!
- ¡Aquí está!


Solo tienes dos corchos para tapar los agujeros correctos y que deje de oler a ajo.


Le dan la vuelta a la DS y me miran como si tuviese el destino del mundo en mis manos, a la espera bien calladitos. Están realmente emocionados y me pongo nervioso, a ver si voy a quedar mal. El caballero del abrigo rojo y yo leemos el puzzle y... nos suena, pero nada más. Discurrimos un poco y me doy cuenta de que algo no cuadra, tiene trampa. Gracias a Dios no tardé mucho en caer y comprendí por qué estaban atascados los pobres ancianos. Había hallado la solución al puzzle antes que el señor del abrigo rojo y mi honor estaba intacto.

Conteniendo las ganas de arrancármela de las manos, el anciano recoge la DS y se acercan los tres a ella, aún concentrados y expectantes... El caballero del abrigo rojo decide volver a las fundas con una sonrisa en la cara.

- ¡Ya podemos seguir! - exclama el anciano por fin.

Me dieron las gracias de varias maneras pero no se entretuvieron mucho antes de marchar DS en mano bien contentos. Yo aún no había salido de mi asombro cuando el caballero se acerco otra vez: "Esto no te lo preguntarán todos los días..."

La solución al puzzle tras el salto...